Expansión sobre la relación que existe entre la inflación, los salarios y los tipos, y hace un análisis sobre el momento en el que nos encontramos: «Una política monetaria laxa, con tipos de interés bajos, debería contribuir a la generación de inflación. Y lo hace, pero muy poco, como hemos podido comprobar en las dos últimas décadas».

El gestor explica que «la inflación crece a un ritmo superior al que puede hacerlo la oferta. La demanda de bienes y servicios depende de la capacidad de gasto de las familias y esta depende de los salarios». En este sentido, señala que la oferta se adecua a la demanda según el excedente de mano de obra que haya: «si la demanda supera a la oferta se genera inflación, si es al revés, se genera paro. El marco conceptual de Keynes (inflación y paro) es el utilizado por los bancos centrales y, de forma explícita, en el caso de la Reserva Federal de Estados Unidos».

¿Y cómo le afecta al ciudadano? Prats recuerda que la teoría nos dice que «los tipos bajos fomentan el consumo y los tipos altos, el ahorro», aunque, eso sí, «no demasiado». Así, explica que «la mayoría de la población no tiene capacidad, o voluntad, de independientemente del tipo de interés que le paguen. Y la minoría que tiene capacidad y voluntad de ahorro, no disparará su gasto por el hecho de que su dinero esté poco retribuido».

Poniendo el foco en los niveles de inflación, el gestor comenta que «la brusca oscilación de los precios de determinadas materias primas petróleo de un trimestre o de un año. Pero a largo plazo, la inflación general coincide con la subyacente, que depende de los salarios. El petróleo ha duplicado su precio en los doce últimos meses, y llenar el depósito de gasolina cuesta un 30% más. Los combustibles de automoción pesan un 5% en el IPC. Un punto y medio de inflación incremental vendría explicado solo por este efecto».

¿Y qué podemos esperar? En la tribuna, Prats señala que la recuperación de los precios de las materias primas llevará a

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